HISTORIA
Sepulcro-Hilario, antiguo Colmenar Viejo, es un pueblo salmantino enclavado en la comarca del Campo Charro. Pertenece a la comarca de Ciudad-Rodrigo. Limita al norte con Martín de Yeltes y Cabrillas, al este con Abusejo y Tamames, al sur con Tamames y Puebla de Yeltes y al oeste Puebla de Yeltes y Aldehuela de Yeltes. Está a una altura de 832 metros sobre el nivel del mar. Su población es de unos trescientos habitantes, aunque en el siglo pasado llegó a tener más de mil. Tiene una superficie de algo más de cuarenta Kilómetros cuadrados. Está a una distancia de 32 km. de Ciudad Rodrigo y 65 km. de Salamanca.
Sus fiestas son San Bias, el patrón del pueblo y Corpus Christi. Es un pueblo eminentemente agrícola y ganadero con abundantes pastos y la tierra, sin ser de primera calidad, es bastante generosa. Es de destacar el barro colorado sobre el que se asienta todo el término municipal, idóneo para la fabricación de tejas y ladrillos. Había dos cerámicas que han desaparecido y ahora se transporta el barro en camiones a Ciudad-Rodrigo. Ya su nombre denota que aquí está enterrado un personaje notable, al menos para las gentes con las que convivió.
Tras interesarme por la historia de mi pueblo he llegado a la conclusión de que fue un héroe que, por sus hechos, sobrevivió al olvido. Han llegado hasta mí dos versiones de nuestro famoso personaje. De ninguna conservamos documento alguno. Una lo sitúa al principio de la Reconquista, siglo VIII y la segunda en el siglo XIII. En la primera, cuenta la leyenda que, como consecuencia de la invasión musulmana por los árabes, ayudó a los cristianos de la comarca a guardar las imágenes de las iglesias en recónditos lugares de la Sierra de Francia para que no fueran profanadas por los islamistas musulmanes. Además organizó a los cristianos que se habían refugiado en las montañas que rodean Monsagro al objeto de hacer frente a los invasores, enemigos también de su religión. Como consecuencia llegó el enfrentamiento, teniendo lugar la contienda de Almondhir, el Omniada, en la que el «Obispo», así le llamaban aunque no se sabe si sería obispo, dirigió a los cristianos con valor y sabiduría.
No se sabe si fue herido en la batalla, el hecho es que murió y fue enterrado a no mucha distancia del lugar de la batalla en el término de Colmenar Viejo. Con el paso del tiempo se fue olvidando la memoria de aquel luchador cristiano. La otra versión sobre el famoso «Obispo Hilario», en mi opinión más verosímil, es la que figuraba en el archivo municipal de Sepulcro-Hilario antes de que fuera destruido, lamentablemente, por un incendio a principio del siglo XX. Yo he tenido la fortuna de escuchar a dos maestros de la localidad, Heliodoro Merino y mi padre, que conocieron parte del archivo y su historia. Los dos lamentaban profundamente el incidente del incendio, el brasero, el piso y la techumbre de madera, el descuido y otras cosas. En esta versión se sitúa al obispo Hilario a principios del siglo XIII, en tiempos de las Cruzadas, como un señor feudal. Acudió, como otros muchos cristianos europeos, al llamamiento que hizo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo, a instancias del Rey castellano Alfonso VIII por toda Europa haciendo saber que el verdadero peligro para la cristiandad no estaba en Tierra Santa, donde, aparte del motivo religioso, había motivos económicos, sino en España.
En el norte de África se estaba fraguando la invasión almohade ya que prometía no sólo la reconquista de los reinos cristianos españoles, sino también la posible invasión de Europa para el Islam. Por tanto, era una Cruzada. Hubo un precedente cuando cristianos europeos ayudaron a Alfonso Enríquez, primer rey de Portugal, a conquistar Lisboa. A raíz de esa conquista, San Bernardo predicó la segunda Cruzada. Así lo entendieron numerosos cristianos europeos, entre ellos el Obispo francés Hilario, que ayudaron al rey castellano a ganar a los almohades la memorable batalla de Las Navas de Tolosa año 1212. Esta batalla fue celebrada por el Papa Inocencia 111 como una gran victoria para la cristiandad. Después de la batalla, el obispo Hilario parece que se dirigía a Santiago de Compostela, entonces en pleno auge. Aquí se cuenta que en el camino tuvo lugar la batalla de Almondhir el Omniada con unos musulmanes que se habían refugiado en las montañas que rodean Mom Sacro, (Monsagro), porque no querían someterse al vasallaje del rey castellano, tanto por motivos económicos como religiosos. Se trataba de una refriega de poca importancia en la que participó el obispo Hilario. No se dice si fue herido pero nuestro personaje falleció poco después. Pasado el tiempo su recuerdo no se olvidó en la memoria de las gentes y ya en el siglo XVI parece que, por casualidad, un labrador de Colmenar Viejo descubrió un sepulcro con una inscripción relativa al obispo Hilario.
Sus restos fueron depositados en el altar mayor de la iglesia, como era costumbre en aquella época cuando se trataba de personas importantes a los que las gentes daban categoría de santos por su lucha contra el infiel. A partir de aquella fecha se cambió el nombre del pueblo por Sepulcro-Hilario y Colmenar Viejo pasó a llamarse a la que, entonces, era una alquería de Madrid. Esta amplia zona en la que vivimos estuvo deshabitada durante buena parte de la Reconquista, era zona de nadie. Sólo los valientes caballeros pardos vivían en ella con gran peligro. Era zona de correrías, razias, intermedia entre los reinos cristianos y los musulmanes. Fue repoblada por Raimundo de Borgoña, príncipe francés casado con D.ª Urraca hija de Alfonso VI y madre de Alfonso VI 1. Para la repoblación trajo gentes del norte pero sobre todo de Francia. De ahí los nombres de Peña de Francia, que era un monumento celta cristianizado en el sig lo XIII y apellidos tan corrientes en esta comarca como Gascón, Garzón, Cascón, etc. que denotan la procedencia francesa. se cuenta que en el camino tuvo lugar la batalla de Almondhir el Omniada con unos musulmanes que se habían refugiado en las montañas que rodean Mom Sacro, (Monsagro), porque no querían someterse al vasallaje del rey castellano, tanto por motivos económicos como religiosos. Se trataba de una refriega de poca importancia en la que participó el obispo Hilario. No se dice si fue herido pero nuestro personaje falleció poco después.
Pasado el tiempo su recuerdo no se olvidó en la memoria de las gentes y ya en el siglo XVI parece que, por casualidad, un labrador de Colmenar Viejo descubrió un sepulcro con una inscripción relativa al obispo Hilario. Sus restos fueron depositados en el altar mayor de la iglesia, como era costumbre en aquella época cuando se trataba de personas importantes a los que las gentes daban categoría de santos por su lucha contra el infiel. A partir de aquella fecha se cambió el nombre del pueblo por Sepulcro-Hilario y Colmenar Viejo pasó a llamarse a la que, entonces, era una alquería de Madrid. Esta amplia zona en la que vivimos estuvo deshabitada durante buena parte de la Reconquista, era zona de nadie. Sólo los valientes caballeros pardos vivían en ella con gran peligro. Era zona de correrías, razias, intermedia entre los reinos cristianos y los musulmanes.
Fue repoblada por Raimundo de Borgoña, príncipe francés casado con D.ª Urraca hija de Alfonso VI y madre de Alfonso VI 1. Para la repoblación trajo gentes del norte pero sobre todo de Francia. De ahí los nombres de Peña de Francia, que era un monumento celta cristianizado en el sig lo XIII y apellidos tan corrientes en esta comarca como Gascón, Garzón, Cascón, etc. que denotan la procedencia francesa. oficinas de fomento con la intervención en momentos decisivos del gobernador. Por parte de la casa Gor llevó el proceso su apoderado, José Morales, persona muy capacitada y con muy buenas relaciones. Era abogado y consejero por Salamanca, cargo que dejó cuando subió al poder o· Donel. Una vez finalizado el Expediente en 1870, la casa Gor cobraba a los vecinos del pueblo 322 fanegas de trigo candeal. Abusejo le daba de renta 2.000 pts. Además de en Sepulcro-Hilario, la casa de Gor tenía las fincas de Canillas de Torneros, Gueribáñez, El Cubito y El Vecino, los condados de Canillas, Torrepalma, Lérida, Los Trujillos, Villavieja y el marquesado de Zarco del Valle. Me place contar una anécdota familiar que me refirió en varias ocasiones, y con no disimulado orgullo, mi abuelo Benjamín, del que heredé el nombre. Eran tiempos de la dictadura de Primo de Rivera que, si en democracia no andaba muy boyante, fue un período de profundo desarrollo económico y cultural.
Aparte de terminar la guerra de África que suponía una sangría para España. De entonces data la torre del Ayuntamiento con su reloj, que es una joya, y las escuelas que, como alcalde, inauguró mi abuelo. De la misma época son las escuelas de Cabrillas, Abusejo, etc. Los alcaldes de toda España hicieron en Madrid una manifestación de adhesión a la dictadura, a la que asistió mi abuelo en justo agradecimiento por los bienes recibidos. Llevaba su mejor traje de ch’a rro, como se vestía entonces y que por cierto portaba con elegancia y distinción como se observa en una foto que conservo. Naturalmente fue a visitar al duque de Gor, posiblemente no conocería a nadie más en Madrid, que se portó muy bien. Era persona importante, grande de España, y dueño de las mejores tierras del pueblo. Le enseñó el Palacio Real, le presentó al general Pétain (el Vencedor de Verdún), quien conjuntamente con Primo de Rivera realizaron el desembarco de Alhucemas y le presentó a la reina, me contaba orgulloso. Durante la entrevista se interesó vivamente por la localidad que representaba, su historia y por su traje de charro. Hasta aquí la anécdota. Posteriormente la vida en Sepulcro-Hilario ha transcurrido sin sobresaltos, su economía se basa en la agricultura y la ganadería con abundantes pastos. La tierra, sin ser de primera calidad, es bastante generosa.
A principios del siglo XX hubo una fuerte emigración hacia Argentina y Cuba principalmente. Por los años 60 la emigración se dirigió hacia Europa ; Francia y Alemania. Por todo ello, la despoblación ha sido importante, de más de mil habitantes hoy no llega a trescientos. Esta despoblación se ha debido a la mecanización del campo, favorecida por la concentración parcelaria con la que se construyeron 64 kilómetros de caminos, antes casi intransitables y más de treinta alcantarillas y vaderas. De las 23.467 parcelas que había se han reducido a menos de mil, además de evitar numerosos conflictos por lindes, desagües etc. Se ha elevado el nivel de vida de sus habitantes y se ha transformado el pueblo asfaltando las calles y construyendo jardines donde antes estaba la charca de «El Barrero», el abrevadero del ganado de toda la vida que había quedado obsoleto.